Una de ellas sitúa el comienzo de la tradición en la región francesa de Alsacia, donde hace cuatro siglos vivía un sacerdote muy caritativo que, cada noche de Navidad, repartía entre los menesterosos de su pueblo, alimentos, ropa y dinero que recolectaba en los meses anteriores.
Un día, mientras preparaba los paquetes para cada persona, el sacerdote admiró la hermosa noche y tuvo la idea de colgar los regalos en abeto próximo a la iglesia. Los pobres podrían así disfrutar además del cielo estrellado de diciembre mientras se reunían bajo el árbol para cantar los cánticos sagrados. Tan agradable resultó la reunión que desde entonces el árbol fue el centro de la fiesta navideña.
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